#ElPerúQueQueremos

EDWARD COLSTON, EMPRESARIO INGLÉS QUE A COMIENZOS DEL XVIII ACUMULÓ UNA GRAN FORTUNA CON EL TRÁFICO DE ESCLAVOS. MANIFESTANTES COLOCARON CADENAS A SUS PIES COMO PROTESTA SIMBÓLICA.

SOBRE HÉROES Y ESTATUAS. LAS LUCHAS POR LA MEMORIA HISTÓRICA (PARTE II)*

Publicado: 2020-07-03

En el debate sobre el derribo y ataque a diversas estatuas en el mundo occidental, se han presentado diferentes argumentos a favor y en contra, así como opiniones matizadas conciliadoras de ambas posturas.  

Las posturas más críticas han calificado estos hechos como actos de vandalismo y de profunda ignorancia. El afán destructivo de masas desatadas, o grupos manipulados, confundidos o simplemente imbéciles. Esta posición ha tenido cierta difusión desde los medios de comunicación y redes sociales. Promotores y seguidores de espacios como el grupo “Hispanoamericanistas” (Facebook), encarnan bien esta postura. Vinculados a ideas de extrema derecha en España, como las del partido VOX, los participantes bajo un discurso histórico de fascismo ilustrado (un contrasentido sin duda), defienden el carácter inmaculado de toda estatua.

Pero, al margen de estas posturas radicales, alejadas de cualquier problematización de los hechos, se han levantado unas voces de crítica, que aunque duras, han introducido argumentos que merecen ser discutidos con amplitud. El principal argumento declara la necesidad de preservar todo monumento (preservacionismo fundamental), por su valor histórico inherente, incluso al margen del personaje que represente. Aquí habría que distinguir, a los que defienden la permanencia de los personajes en su sitio original, y a los creen que se deberían preservar, pero trasladándolos a sitios más adecuados como museos. Al respecto la historiadora chilena Sol Serrano, ha declarado lo siguiente:

“Me parece que la solución de Lituania es muy interesante: hizo un museo abierto en las afueras de la ciudad con todas las estatuas del período soviético. Y la semana pasada, en Inglaterra, decidieron que en vez de reinstalar la estatua de Edward Colston, que fue derribada, la van a llevar a un museo, porque efectivamente era un símbolo de injusticia. Pero eso es muy distinto a atacar la estatua de Churchill. Eso ya es pura iconoclastia”. (1)

La historiadora asume una postura conciliadora, muy pertinente, y compartida incluso por los que defienden el derecho al retiro (incluso violento) de algunas estatuas de personajes vinculados al colonialismo y la esclavitud. Sin embargo, la historiadora al referirse a Churchill, aborda el tema más complejo de la discusión, ¿Bajo qué criterio podemos juzgar a ciertos personajes históricos (Washington, Bolívar, Lenin, etc.), cuya protagonismo y méritos son indiscutibles, pero cuyas sombras tampoco pueden ser ignoradas? La historiografía más seria, alejada de la simple hagiografía (tan frecuente en las historias nacionales), aborda a los personajes desde todos sus ángulos, con sus méritos y deméritos. Pero la pertinencia de dedicar estatuas a personajes determinados, resulta muy discutible para generaciones futuras; y la estatuafilia de ciertas épocas, a veces merece cierta revisión histórica.

Rey Leopoldo II de Bélgica, promotor del colonialismo europeo en áfrica y responsable de la muerte de alrededor de ocho millones de congoleños. 

El primer reflejo de los historiadores, ha sido afirmar que un historiador no debe erigirse como juez; algo que ya señalara el gran historiador francés Marc Bloch (2). Pero, cómo evitar juzgar los actos de personajes históricos como Hitler, Stalin y dictadores de toda laya en nuestra historia contemporánea. El culto a la neutralidad histórica, tiene hoy más de ilusión que de sinceridad intelectual. La historia completamente “aséptica”, no existe, como explica el historiador mexicano Carlos Aguirre, en sus trabajos de historiografía. La decisión de levantar monumentos o estatuas, no es una decisión del gremio de historiadores, aunque sí pueden influir en esas decisiones. La historia oficial, patriótica y nacionalista, tiene como base los relatos o discursos históricos elaborados por historiadores profesionales. La “historia desde arriba”, es la que más influido en la construcción de las figuras heroicas, sobre todo en tiempos republicanos. De esta manera, la legitimidad de ciertos héroes, no es gratuita para las élites; sino que proviene de historiadores que han erigido a ciertos personajes como padres de la patria, o hijos heroicos de la nación (una historia patriarcal además).

Creo que ciertos personajes, siempre serán “polémicos”, y su presencia en plazas públicas será de discusión permanente, lo cual no tendría nada de malo en principio. Winston Churchill, sostenía la idea de la superioridad de la raza blanca, y la inferioridad de los indios (a quienes declaraba odiar). Fue acusado de ser responsable de la gran hambruna de Bengala-India, que causó la muerte de tres millones de personas en 1943; además de otros eventos. Pero Winston es a la vez la figura protagónica en la resistencia contra Hitler durante la segunda Guerra Mundial, siendo su liderazgo determinante. Entonces, ¿con qué Churchill nos quedamos?, ciertamente, no hay dos Churchill. Quizás, sea más adecuado atender la siguiente declaración del columnista Owen Jones, "Tenemos un debate pendiente hace mucho tiempo, no solo sobre Winston Churchill, sino sobre el Imperio Británico" (The Guardian, 2019).

Un argumento frecuente (y chapucero), de algunos opinantes en contra del derribo de las estatuas, es que se busca borrar la historia o la memoria de la nación. Atentar contra los monumentos constituiría el negar el pasado histórico. Es un argumento burdo, debido a que se asume que las estatuas representan “la historia” a cabalidad, y no que son representaciones sujetas a discusión por su significado. Las estatuas y monumentos, no hablan tanto de los personajes y su tiempo histórico, sino de la época en qué se erigieron y los grupos responsables de su colocación en determinados espacios urbanos. El valor de esas estatuas radica en ser un registro vivo de la memoria o historia oficial en determinado momento; así como de otras memorias, como las subalternas.

Resulta relevante visibilizar, además, la hipocresía de ciertos sectores, cuando formulan sus críticas sobre el tema del derribo de las estatuas y denuncian la “iconoclastia contemporánea”. Al respecto el historiador Enzo Traverso (Universidad de Cornell, New York), ha sido una de las pocas y valientes voces en declarar que:

Es ciertamente interesante observar que la mayoría de los líderes políticos, intelectuales y periodistas indignados por la actual ola de «vandalismo» nunca expresaron una indignación similar por los repetidos episodios de violencia policial, racismo, injusticia y desigualdad sistémica contra los cuales se dirigen las protestas. Se han debido sentir bastante cómodos en esa posición. Muchos de ellos incluso elogiaron la tormenta iconoclasta de signo contrario hace 30 años, cuando las estatuas de Marx, Engels y Lenin fueron derribadas en Europa central y oriental. Mientras que la perspectiva, aun imaginaria, de vivir entre este tipo de monumentos les resulta intolerable y agobiante, ellos se sienten muy orgullosos de que las estatuas de generales confederados, comerciantes de esclavos, reyes genocidas, arquitectos de la supremacía legal de los blancos y propagandistas del colonialismo fascista constituyan el patrimonio histórico de las sociedades occidentales. De este modo, insisten en señalar que «no borraremos ningún rastro o figura de nuestra historia». (3)

El historiador también ha señalado la necesidad de no equipar la “iconoclastia antirracista” de la iconoclastia practicada por regímenes que buscaban borrar la memoria sobre los gobiernos que los antecedieron. Podría agregarse, el caso de la legitimidad de la iconoclastia en contra de monumentos levantados a dictadores diversos, tras la recuperación de la democracia, como fue el caso de la estatua del rumano Nicolae Ceaușescu. Pero, ciertamente el razonamiento reduccionista se impone, y la iconoclastia aparece solo como un exterminio cultural, equiparado al yihadismo por algunos autores, quienes agregan que: “… Las cacerías de imágenes contemporáneas más bien parecen responder a un calentón justiciero y arbitrario. Está en peligro un patrimonio artístico. Y está en juego un revisionismo desaforado que vuelve a confundir el significado con el significante. Qué ilusorios aquellos vecinos de Bagdad que tumbaron la escultura colosal de Sadam. Pensaron que la caída del ídolo resucitaría la democracia, un espejismo justiciero que describe igualmente la cacería supersticiosa de las estatuas” (Rubén Amón, El Confidencial). (4)

derribO DE la estatua deL DICTADOR IRAQUÍ Sadam Husein EL 09 DE ABRIL DEL 2003.

El lugar de algunas estatuas, de personajes cuestionables, nefastos o incluso abominables, idealmente debería ser el espacio de un museo o espacio similar, pues son piezas que hablan de un pasado determinado y dan cuenta de esa época (la del tiempo de su construcción). Pero, el acto simbólico del derribo de estatuas de dictadores, también posee un valor histórico, pues representa la caída de regímenes autoritarios, relacionados a la violación de los derechos humanos. Estos actos simbólicos, junto a otros, son importantes para una sociedad que se concibe libre nuevamente.

Las obras escultóricas a nivel de espacios públicos, normalmente han obedecido a proyectos urbanísticos exclusivos y excluyentes. Concebidos, alentados y erigidos por grupos o élites políticas y sociales. Su tono suele ser paternalista y pretendidamente universalista, a semejanza del republicanismo francés. Incluso, varias estatuas de indígenas, provienen del indigenismo oficialista en algunos países latinoamericanos; gobiernos que presentan al indio un ser exótico, y cuyas políticas son disindigenizadoras a nivel social. Por ello, resulta muy importante renovar el paisaje urbanístico-escultórico o monumental, pero no desde los centros de poder, sino desde las periferias o márgenes. Ello significa rescatar a figuras histórico-sociales, con las cuales los sectores mayoritarios y los nuevos sectores populares, se sientan más identificados. Dejar de lado a los “hombres de bronce y mármol”, y esculpir a las mujeres de carne y hueso que erigieron el país, los grupos indígenas, afrodescendientes y migrantes en general que construyen a la nación. Naturalmente, no solo esculpir representaciones colectivas, sino también de individualidades históricas con nombre propio. Visibilizar a los grupos históricamente subalternizados, es un deber ciudadano e histórico con las generaciones venideras. Cabría la discusión de si también es un deber el debatir, y el prescindir de ciertos símbolos negativos que todavía prevalecen en espacios públicos.

No hay personajes impolutos, que duda cabe. Debemos aprender a convivir con ciertas contradicciones: “Jefferson y Washington tenían esclavos, dicen que Marx maltrataba a la mujer, que el Che Guevara era homofóbico… Por eso no creo en ser críticos del pasado de manera iconoclasta. Esta idea de que tratar de comprender es sinónimo de justificar, aparte de ser un tremendo mal de época, no te permite pensar históricamente. De hecho, es reincidir en el absurdo de los viejos Estados nacionales, que quisieron hacer panteones inmaculados”, declara la historiadora Sol Serrano en una entrevista. No le falta razón, pero no excluye que, así como no es deseable un panteón de héroes sin manchas, tampoco es admisible consentir la presencia permanente en lugares públicos, de personajes de demostrada crueldad, promotores de discursos de odio o genocidas.

El historiador Enzo Traverzo, grafica bien el panorama de la discusión, describiendo el caso de estatua del italiano Indro Montanelli, sobre el que se arrojó pintura roja en un parque público de Milán. El hecho fue denunciado unánimemente como un acto “fascista” y “bárbaro” por periódicos y medios de comunicación (a excepción de Il Manifesto). Traverzo resume quién fue este personaje:

Herido en la década de 1970 por terroristas de izquierda, Montanelli fue canonizado como un heroico defensor de la democracia y la libertad. Después de esta «ofensa cobarde» infligida a su estatua por los lanzadores de pintura, un editorialista del Corriere della Sera insistía en que ese héroe debía ser recordado como una figura «sagrada». Sin embargo, este acto «bárbaro» resultó fructífero al revelar a muchos italianos los «sagrados» logros de Montanelli: en la década de 1930, como joven periodista, ensalzó el imperio fascista y sus jerarquías raciales; enviado a Etiopía como corresponsal de guerra, de inmediato compró a una niña eritrea de 14 años para satisfacer sus necesidades sexuales y de servicio doméstico. Para muchos comentaristas esas eran las «costumbres de la época» y, por lo tanto, cualquier acusación de apoyo al colonialismo, el racismo y el sexismo era injusta y estaba injustificada. Sin embargo, tan tarde como en la década de 1960, Montanelli siguió condenando el mestizaje como fuente de decadencia civilizatoria, con argumentos tomados directamente del “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” de Arthur Gobineau de 1853-1855.

Personalmente me parece repugnante el tono agresivo y descalificador que ha primado entre algunos espontáneos defensores de diversas estatuas de genocidas, colonizadores o esclavistas de antaño. Afirman que los movilizados en las protestas, son bestias ignorantes, y no admiten alguna una duda, o posibilidad de problematizar el asunto. Lo peor es que varios intelectuales no distan mucho de estas posturas. Aunque en tono más elegante, no dudan en llamar “irracionales” a los que rechazan ciertas estatuas que atentan contra la memoria de pueblos exterminados o esclavizados. Nuevamente algunos académicos de inclinaciones conservadoras, pretenden colocarse intelectual y moralmente por encima de las “masas irreflexivas” que solo se dedican destruir, dañar o ensuciar.


* “Sobre héroes y estatuas. Las luchas por la memoria histórica I”. Puede leerse en el siguiente enlace: https://sociohistoria.lamula.pe/2020/06/22/sobre-heroes-y-estatuas-las-luchas-por-la-memoria-historica/eddy/


Notas:

(1) La historiadora Sol Serrano, señala también en la entrevista: Cada época y cultura ha levantado su propio panteón y destrozado parte importante del panteón anterior. Lo hizo el cristianismo con el Imperio romano, ¿no? Y la conquista de América, efectivamente, fue terrible, tanto que suscitó grandes debates teológicos que se consideran la primera reflexión sobre los derechos humanos. Yo no le temo a esta discusión, soy partidaria de abrirla, ningún grupo es dueño del espacio público. Pero ojo: si vamos a juzgar todo el pasado con los criterios morales del presente, el único camino va a ser borrar la historia completa. Para mí, se trata de abrir el panteón y renovarlo, no de botar a todo aquel que nos merezca algún reproche. Que la historia conviva. El pasado no es a foreign country, un país lejano, es nuestro. ¿Por qué no botar la escultura de Marco Aurelio en el Campidoglio? ¿O la catedral del Zócalo? Porque las consideramos un patrimonio, aunque no compartamos su contenido. Ahora, cuando la historia es reciente y el dolor está vivo, obviamente los líderes de un régimen criminal no pueden estar en el espacio público como héroes. Pero al mismo tiempo encarnan su época y es muy relevante que las siguientes generaciones los vean. “Si vamos a juzgar todo el pasado con los criterios morales del presente, habrá que borrar la historia completa”. Diario La Tercera, 27 de junio 2020. https://www.latercera.com/la-tercera-domingo/noticia/sol-serrano-si-vamos-a-juzgar-todo-el-pasado-con-los-criterios-morales-del-presente-habra-que-borrar-la-historia-completa/LDRWQMR5CJBLXCX47JJ53U7MV4/?fbclid=IwAR2bAVklyS4FSdcbmRlGwSsdRBkNnvURmwMQIEkEcP7fpcNsUiJa07eZQQs

(2) El notable historiador francés Marc Bloch, escribe: “Durante mucho tiempo el historiador pasó por ser una especie de juez de los Infiernos, encargado de distribuir elogios y censuras a los héroes muertos”. Introducción a la Historia, Fondo de Cultura Económica (2006[1949]), pág. 136.

(3) Enzo Traverso, inicia señalado en su artículo: Los manifestantes que derriban monumentos dedicados a esclavistas y genocidas son a menudo acusados de «borrar el pasado». Sin embargo, sus acciones están obligando a escrutar más de cerca a quienes son honrados por estos monumentos, y esto permite que la historia se vuelva a contar desde el punto de vista de sus víctimas. "Derribar estatuas no borra la historia, nos hace verla con más claridad". Enzo Traverso (junio 2020). https://nuso.org/articulo/estatuas-historia-memoria/?fbclid=IwAR3jhjtUsh68wobItRoM6l5C-yrhb2WtcQBG2R8CrI2-J9H5uFmku-7P2VI 

(4) El escritor Rubén Amón, también refiere en su artículo: Estamos en los tiempos de la inconoclasia o de la iconoclastia, si es que alguna vez hemos salido de ellos. Pero es cierto que se han radicalizado los abatimientos de estatuas, no ya despreciando su valor artístico ni despojando las ciudades de los deberes con la memoria -la buena y la mala-, sino utilizándolas como muñecos de vudú y como una desconcertante expresión de la ignorancia o del oscurantismo. El revisionismo está siendo un atajo para propagar el vandalismo de manera impune. “El cementerio de las estatuas malditas”. El Confidencial, 26 junio 2020. https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-06-26/estatuas-urss-parque-muzeon-moscu_2655792/?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=BotoneraWeb&fbclid=IwAR0J4yiNQQ2NueoYx-iaM0trhASp3Y6lU5qUGCGNc35Hbom90sl_Qyp_Dk8


Referencias:

Aguirre Rojas, Carlos (2014). Antimanual del mal historiador. La Paz: Ediciones Baúl del libro, pág. 63

BBC. “Winston Churchill ¿héroe o villano? Reino Unido sopesa el legado de su líder en tiempos de guerra” (10 junio 2020). https://www.bbc.com/mundo/noticias-47255429

Cabrera, Teresa. “Las mujeres y sus monumentos: una aproximación a cuatro esculturas en Lima”. Noticias Ser (27 de junio 2020). http://www.noticiasser.pe/opinion/las-mujeres-y-sus-monumentos-una-aproximacion-cuatro-esculturas-en-lima?fbclid=IwAR1QRosUhtbCG-oMHjIy-4LbP76vn8eM4-WruG0Qh6M9rKAo7AOkgslnIoI


Escrito por


Publicado en

Socio-Historia

Espacio de reflexión histórico-social. El Perú es a veces un cuento de Kafka pero resulta legible para lo real maravilloso latinoamericano.