Celulares y memes. El nuevo ser o no ser de la educación superior
¿Banalización del aprendizaje o didáctica alternativa?
"Dime, y olvido; enséñame, y recuerdo; involúcrame, y comprendo" Benjamín Franklin
Hace unos días un profesor uruguayo llamó la atención de muchos, al anunciar la causa de su renuncia definitiva a la docencia universitaria. Una razón muy distinta a las que antaño se podrían escuchar o leer. Son tiempos nuevos, pero la pregunta de siempre vuelve, ¿serán mejores? El colega de la universidad de ORT de Montevideo, publicó lo siguiente:
No dictaré clases el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en periodismo. Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies. Claro, es cierto, no todos son así. Pero cada vez son más. (1)
Como docente, no pude más que inicialmente solidarizarme frente a una declaración así. La enseñanza siempre ha representado un reto o desafío, pero el escenario actual, nos coloca ante dilemas de especial consideración. Los estímulos y distractores son cada vez más abrumadores en tiempos de internet y las redes sociales.
Existe hoy todo un conjunto de estudios sobre el aprovechamiento del internet y las tecnologías de la información en la educación. No hay duda sobre sus beneficios y potencialidades (destacaría el trabajo del especialista argentino Fernando Peirone). Sin embargo, su potencial distractor es también enorme, y no tan provechoso como cabría esperarse en las aulas del siglo XXI.
Este año, proyectando la película 'El Informante', sobre dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook. Mencionaba también en su carta abierta el profesor en cuestión.
Es probable, que podría cambiarse la película por otras actividades académicas en distintas universidades, y los resultados no variarían mucho. El chat o las actualizaciones del face, desplazan con cierta facilidad y creciente absorción del tiempo, a las clases impartidas por docentes de todo tipo, incluyendo los apasionados por sus temas.
Muchas universidades, quizás la mayoría, escapan de esto; pero la cuestión es que no habrá retroceso en la tendencia descrita. El mundo digital, es invasivo o intrusivo, aún en actividades que exigen especial concentración, como el aprendizaje en aulas de educación superior.
Se suele decir que la autonomía es el fin primordial de la educación media o secundaria. Una aspiración que merece toda la atención o esfuerzo en la escuela y la comunidad educativa, ya que brinda al estudiante la posibilidad de adquirir conciencia sobre sus decisiones o actos, así como las implicancias que tendrán. Autonomía como libertad y responsabilidad. Cabría preguntarse, cuánta autonomía de pensamiento tienen los estudiantes universitarios de hoy, ¿más o menos que los estudiantes de antaño? En tiempos de libertades o derechos civiles, y de libre circulación de información, seria esperable que así fuera, pero no es tan sencillo. La generalización es aquí una trampa, pues jamás tuvimos tantos estudiantes capaces: investigadores, innovadores, creativos, etc. Pero tampoco tuvimos tanta masificación estudiantil, y posibles escenarios de estudiantes enajenados de sus clases.
Meter a todos a los estudiantes a un saco, es peligroso e injusto (2). Tanto como caer en el síndrome de la edad de oro, donde todo tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, tampoco sería justo desacreditar todo lo expresado por el profesor, y de hecho muchos docentes universitarios, de distintos países, se reconocieron en él y escribieron al respecto.
Pero por otro lado, el desinterés por las clases, es algo asumido como normal en las escuelas, entonces ¿por qué no podría esperase lo mismo en las universidades? Los estudiantes son diversos, y sus intereses variados, por lo tanto, podría resultar legítimo que no presenten mayor atención a ciertas clases, siendo su punto ocasional de fuga ahora, el tomar su celular y ver los temas de su interés personal.
Ello exigiría a los docentes, buscar nuevos caminos de enseñanza. No anclarse en el pasado, empleando métodos tradicionales y repitiéndose cada año sin mayor pudor. De hecho, hace poco el profesor Juan Ramiro Fernàndez de la UCA (Universidad Católica Argentina), cuestionaba la declaración de Leonardo Haberkorn para justificar su renuncia. Fernández afirmó:
Es "nuestra" responsabilidad mantener la clase con un nivel de interés mínimo. Si los alumnos se duermen, no es culpa de que tengan sueño, sino de que la clase que uno está dando es soporífera; si los alumnos no participan, no es que sientan "ajenidad" (palabra fea pero correcta) sino que, por alguna razón, el tema que se está dando no resuena. Haberkorn: no te enojes, pero la culpa era toda tuya. En mi carrera tuve la oportunidad de ver como industrias enteras desaparecían por la llegada de las nuevas tecnologías. Esto no es ni malo ni bueno, algunas cosas murieron y otras aparecieron para reemplazarlas. Pero temo que el profesor (perdón, ex profesor) Leonardo Haberkorn es parte del grupo de gente que se resiste a esto cambios. (4)
Cambio, sin duda es la palabra clave en todo esto. El motor del cambio que puede empujarnos a hacer cosas particularmente distintas, estimulantes y de resultados importantes.
En el Perú, hace poco llamó la atención, la iniciativa de un profesor de literatura, el cual se valió de un ejercicio creativo, (inspirado en una profesora chilena de educación media), para que su clase entera abordara la famosa novela de Mario Vargas Llosa, La Ciudad y los Perros; hacer memes sobre el contenido de la obra. El resultado, ingeniosas frases o diálogos, inspiradas en la primera novela del premio nobel 2010. Pero también, la entrega de memes elementales por parte de los estudiantes, e incluso algunos basados en la película sobre la obra, antes que en la novela misma. (4)
El asunto es que la evaluación de esta alternativa didáctica, no resulta suficientemente clarificada. Los estudiantes lograrían lo mínimo frente al estudio de una obra literaria: reconocer la historia, personajes, situaciones, etc. Pero aparentemente, no lo que realmente hace significativo el estudio de una obra de este tipo: reflexionar sobre la condición humana, comprender el entorno y contexto socio-cultural, asumir la crítica social implícita en la obra, analizar las técnicas narrativas, etc.
El dilema docente hoy y siempre: los mínimos y los máximos en la enseñanza. Lograr los niveles básicos requeridos, conformarnos con ellos (traicionando inconscientemente a los estudiantes con mayor potencial). Los máximos, entendido como no renunciar a aprendizajes significativos, profundos y que sean medios para fines mayores.
No quedaba claro si el profesor en cuestión realizó esta actividad como complemento o como actividad central de su clase, hasta que finalmente presento su descargo al respecto (5). Más allá de ello, quedaba la sensación de que en nombre de la creatividad y la exigencia de una pedagogía acorde a las nuevas generaciones, numerosos docentes estaban haciendo concesiones, que finalmente eran casi una renuncia a formar estudiantes universitarios exigentes y críticos, algo que requerimos más que nunca.
Naturalmente la práctica docente es diversa, y pueden encontrarse ejemplos muy variados. A partir del debate suscitado alrededor de la metodología empleada en el caso de los memes, alguien recordaba que en un trabajo de Teoría Sociológica III (PUCP), el profesor Guillermo Nugent, dejaba como tarea, ver El Ángel Exterminador de Buñuel, para luego visitar el Mural de Letras de la Universidad San Marcos y contrastarlo con un texto de Habermas, convocando así la reflexión y la creatividad.
Casualmente leo ahora, un comentario del profesor Rafael Rodríguez Campos, sobre una de sus actividades de enseñanza: Como Director de la Casa de la Izquierda Democrática de la Facultad de Derecho de la USMP, les propuse a los chicos recopilar, leer, analizar y exponer todas las columnas publicadas por el profesor Steve Levitsky (Harvard) en el diario La República (todas). Era una manera de hacerlos comprender cómo se hace análisis político serio. Claro, el plus es el autor: un liberal de izquierda. La experiencia ha sido riquísima. Formamos 10 parejas de expositores que fomentaron el debate en todo el grupo. (6)
En principio la actividad podría concebirse como interesante, pero poco innovadora. Discutible, ya que el docente apela a principios de significatividad para atraer a sus estudiantes. Se trata de organizar a los estudiantes en equipos de debate, abordar las columnas periodísticas de un destacado politólogo, discutir la coyuntura nacional desde varias perspectivas, etc. Finalmente, el debate entendido como la capacidad de involucrar en un tema, desarrollar autonomía de pensamiento, y capacidades críticas a partir de los enfoques.
La etiqueta de “tradicional” es otra de las trampas de la discusión en torno a cómo se debería enseñar. Bajo esa mirada, se descarta mucho de lo que se llamó educación humanística y cultura académica. Los estudiantes muchas veces no reciben la oportunidad de acceder a ese tipo de formación, esto debido al imperativo de brindarles mayores facilidades de aprendizaje, y bajo formatos moderados (amigables, accesibles, infantilizantes por momentos).
En la universidad peruana, por ejemplo, ya casi no se lee a los autores clásicos. Sus obras solo son referencias de pie de página, en textos de divulgación o artículos cortos de algún autor actual. O sea, muchas ideas que han guiado el pensamiento contemporáneo, solo se conocen de paso o tangencialmente, a través de citas en el mejor de los casos.
Los docentes de varias universidades empresa, además se hallan bajo la presión de brindar facilidades cada vez mayores a los estudiantes. Retenerlos, aún a costa de aprobarlos sin haber logrado mayor mérito. La racionalidad de las universidades aludidas, es la de no perder estudiantes, por exceso de exigencia académica, de tal manera de que no migren a otras instituciones por lo menos los primeros años. De esta manera, se verían obligados a terminar sus cinco años de estudio, y la universidad empresa no perderían sus jugosas pensiones.
En este debate, personalmente he referido que la enseñanza debe adaptarse a las nuevas generaciones, pero ello no implica renunciar a exigirle a los estudiantes a tomar lo mejor de las generaciones anteriores, como la cultura del esfuerzo frente al aprendizaje. En educación, no todo tiene que ser blando, líquido o plástico (signo de nuestra época), aunque evidentemente tampoco rígido, duro o estático, como acostumbraba cierta tradición.
En esa misma línea también escribí que la docencia puede ser la más satisfactoria o frustrante de las actividades. Dos posturas sobresalen frente a esto, los que afirman que debemos adaptarnos a los nuevos códigos de esta generación; y por otro lado, los que defienden los beneficios del trabajo tradicional en aula. En principio, no tendrían que ser excluyentes, necesariamente ambas posiciones. El asunto pasa por conservar mínimos de condiciones para una clase (atención, respeto frente al otro), y generar aproximaciones a nuevas formas de docencia (horizontalidad, nuevas entradas a los temas, significatividad). Esta muy bien que el profesor se involucre con los nuevos códigos de comunicación de la generación de sus estudiantes, así como por sus intereses y preocupaciones inmediatas, pero los estudiantes deben comprender también, que no se puede desechar cosas del pasado, etiquetándolas de tradicionales o aburridas, como la disciplina de trabajo o la cultura del esfuerzo académico.
Hoy el escritor y periodista Jaime Bedoya, deja en su columna de El Dominical, la siguiente frase: hay algo de derrota en reconocer al meme como salvación final del interés del joven por aquello que se está perdiendo de las Humanidades. Como herramienta vale. Pero no se trata de divertirlos sino de educarlos. Porque para tal caso, si el fin justifica los medios y el fin es sembrar la alegría en el confundido corazón de millenians, tenemos al alcance de la mano una combinación invencible que resolvería el tema de la educación peruana: memes y chancho al palo en el salón de clases. Brutos pero contentos.
También se recuerda lo dicho por Christopfer Hitchens, para quien el meme es la idea cultural reducida a su mínima expresión (unidad mínima de comunicación). Tal vez una renuncia a las ideas complejas o el mundo de la abstracción.
Internet ha ejercido un cambio radical en las formas y velocidad de comunicarnos. En el campo de la pedagogía, la relación profesor – alumno está mutando, y cada vez más “somos adictos a la nivelación por abajo” (Georges Steiner).
Vuelvo a pensar en el profesor uruguayo que renunció a enseñar por la frustración que le causaba la obsesión de sus estudiantes ante las tecnologías de las redes sociales, y su indiferencia ante contenidos académicos que consideraba muy valiosos para su formación profesional. No sé si su postura es la correcta al juzgar a sus estudiantes, y tengo dudas sobre su capacidad autocrítica también. Pero estoy convencido de que el respeto es un principio básico en las relaciones personales y sociales. Un estudiante que toma su celular y pasa casi toda la clase haciendo uso de este, ignorando la clase que una persona le está brindando, comete una falta mayor a la indiferencia, el respeto mínimo al otro.
Quizás debamos aceptar algo obvio, que parece olvidarse en estos debates, que la educación superior no es para todos. Un estudiante debe demostrar niveles de concentración y disciplina de trabajo. Es intolerable encontrar estudiantes jugando incansablemente Candy Crush durante una clase de profesionalización. Ya no se trata de una travesura de alumno de colegio, sino de la evidencia del perfil de estudiante que se tiene al frente. No se puede caer en la salida fácil, de decir que los profesores universitarios son aburridos y deben saber llegar a sus estudiantes con métodos más lúdicos o entretenidos. No, se trata de reconocer que muchos estudiantes no deberían compartir aulas universitarias, así como varios profesores, quizás deban renunciar por ciertas incapacidades que no superan en su práctica docente.
La educación es ciencia, técnica, arte y filosofía. Enseñar demanda esfuerzo, organización y creatividad. Aprender, una constante actitud de atención, deseo de saber y capacidad de generar nuevos conocimientos.
La universidad tiene un compromiso no solo con los estudiantes, sino con la sociedad en su conjunto. Si alguien no es capaz de dejar su móvil, para atender a una clase de su formación profesional, entonces es deber de todos cuestionar la presencia de ese alumno en el aula, y buscar mecanismos para que otros, con mejor disposición ocupen ese lugar privilegiado. Todo ello, sin dejar de cuestionar el enquistamiento de profesores que tengan poco que ofrecer a estudiantes de una generación con características y necesidades particulares.
Notas y referencias:
(2) Una ex – alumna, ha respondido a la carta abierta de Leonardo Haberkorn: “… En su construcción da a entender que todos sus alumnos éramos un grupo de incultos -definición que merece, por lo menos, ser cuestionada-, que nada sabía sobre el contexto actual de Uruguay y Latinoamérica. Sí, es cierto: más de un pibe estaba despatarrado mirando Facebook. También es verdad que varias veces la falta de interés rozaba la de respeto. Pero no éramos todos, ni siempre era así. Haberkorn no sólo recortó los fragmentos que más se adecuaron a su narrativa -la de dejarnos como los victimarios de su renuncia - sino que mintió descaradamente. Sé quién es Almagro. Puedo hablar tanto del conflicto en Venezuela como el de Siria. Por supuesto sé a qué partido es aliado tradicional el PIT-CNT. Ninguna de esas preguntas quedó en mi clase sin ser respondida. Y sin embargo, la gente se deshizo en comentarios sobre nosotros, los chetos que vamos a una universidad privada bancados por papi y mami. O nosotros, los pertenecientes a una generación que lejos está de ser aquella, "la de los tiempos de antes". La demonización corrió por cuenta del lector…” http://www.montevideo.com.uy/contenido/Carta-abierta-de-ex-alumna--Haberkorn-mintio-descaradamente--320415
(3) El profesor Fernàndez, agrega también: "Eso hace no solo que no me rinda: hace que me entusiasme. Y que me divierta. Y si yo me divierto y lo paso bien, los alumnos lo pasan bien. Esa es mi obligación. Transmitir información de la manera más eficiente posible. Inspirar. Desafiar. "La gente se puede olvidar de lo qué les dijiste, pero nunca de cómo los hiciste sentir", decía la escritora Maya Angelou: esa idea me guía en mis clases". http://www.infobae.com/sociedad/2016/09/15/la-replica-a-la-carta-del-docente-uruguayo-que-conmociono-al-mundo-de-la-educacion/
http://verne.elpais.com/verne/2016/09/12/articulo/1473701662_356635.html
(5) http://feis.utero.pe/2016/09/12/en-defensa-de-los-memes-de-la-ciudad-y-los-perros/ Respuesta a los cuestionamientos del crítico literario Daniel Salas. https://www.facebook.com/danieleduardosalasdiaz/posts/10104298296755743?comment_id=10104299262255873&reply_comment_id=10104301561273623¬if_t=feed_comment_reply¬if_id=1473637636959949