Escuela y nación en el Perú
"Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela" . Domingo Faustino Sarmiento
La escuela es un espacio de socialización, donde se configura la identidad personal y colectiva. Dos elementos han sido (históricamente) centrales en el medio escolar peruano: la iglesia y el ejército. La tutela de estas dos instituciones sobre la formación escolar se expresa en una serie de símbolos, prácticas y valores. La escuela en el Perú, es un espacio donde todavía se observan: imágenes religiosas (crucifijos, santos, vírgenes, etc.), donde se aprecian elementos militares (uniforme, corte de cabello, desfiles, disciplina, etc.), además de celebraciones y conmemoraciones definidos por un calendario cívico de fechas predominantemente religioso-militares. La teoría del tutelaje, propuesta por el sociólogo Guillermo Nugent, evidencia la dinámica de estos dos actores en la conformación de la realidad del Perú.
Sobre la escuela peruana opera también el “mito del progreso” (C. Degregori); o sea la idea de que la escuela es parte fundamental del camino hacia el progreso. El “mito de la educación” (J. Ansión), fue el gran mito movilizador de los grupos campesinos hacia las urbes. Los migrantes andinos veían en la educación la fuente de esperanza para salir adelante. Ansión sugiere que el mito parecería haber llegado a su límite, debido a la baja calidad de la enseñanza en el país, sin embargo el mito es tenaz y pervive en la conciencia del migrante. La multiplicación de escuelas privadas, sobre todo pre-universitarias, en Lima (Lima Centro, Lima Norte, Lima Sur, Lima Este y Callao), y a nivel nacional, evidenciaría la vigencia del mito y la aspiración a una mejor calidad de vida a través del acceso a una formación universitaria y una vida profesional. La desastrosa situación de las universidades del país no representa ningún freno, y los postulantes universitarios se han multiplicado considerablemente en las últimas décadas.
Las escuelas en el Perú, siguen caracterizándose por la tendencia tradicionalista (autoritaria, dogmática) y su baja calidad. Ello junto a su abandono por parte del Estado, generó las condiciones para que discursos como el senderista tuviera recepción en muchas escuelas durante los años 80s e inicios de los 90s. Según Rocío Trinidad, fue la radicalización del magisterio, la expansión del marxismo de manual (memorista, tradicional, dogmático) y la idea crítica entre docentes y estudiantes (concepto de G. Portocarrero), las condiciones que permitieron el éxito ideológico de Sendero Luminoso sobre muchas escuelas. La estructura vertical y la dimensión religiosa (fe, verdades reveladas, mesianismo) de Sendero Luminoso empato muy bien con la escuela peruana, pues esta opera bajo formas similares.
Hoy la escuela peruana es un espacio donde se lucha por mejorar los estándares de enseñanza-aprendizaje. Las evaluaciones PISA representan una sombra permanente sobre los gobiernos y los presupuestos han mejorado notablemente; sin embargo el burocratismo, las reformas curriculares, la deficiente formación docente y las insuficiencias materiales, económicas y financieras, hacen de la escuela peruana una institución en permanente cuestionamiento.
Desde los años 90s el Perú adoptó por presión del Banco Mundial una serie de reformas que involucraban la educación. La adopción de un curriculum por competencias, capaz de responder a las demandas económicas, de productividad y eficiencia a nivel internacional fue una de ellas. Si bien el curriculum por competencias es técnicamente adecuado, también es cierto que prioriza dimensiones que el sistema hegemónico exige: la economía de mercado. No es de extrañar entonces como la cultura tributaria, la cultura emprendedora y la formación empresarial, hoy ocupa un papel cada vez más importante en este nuevo esquema curricular.
Palabras como explotación, imperialismo, lucha de clases, ideología, hegemonía, alienación, entre otras, son omitidas del curriculum no por consideraciones científicas-técnicas, sino por cuestiones políticas. La democracia liberal occidental y el sistema capitalista-neoliberal han desterrado los discursos de resistencia de antaño. Los docentes temen emplear esas palabras por temor a ser confundidos con adoctrinadores, revolucionarios o subversivos. En un contexto nacional donde el magisterio peruano fue acusado de simpatizar con Sendero Luminoso y el MRTA, volver a los tiempos de represión, limita entre los docentes cualquier ánimo discursivo cuestionador del sistema vigente.
Las nuevas generaciones docentes han abandonado gradualmente las viejas banderas de izquierda del magisterio. Se ha adoptado los nuevos modelos de enseñanza: paradigmas socio-constructivistas y empleo de tecnologías de la información, pero bajo la fuerte persistencia de prácticas tradicionales negativas (verticalismo, ausencia de pensamiento crítico, repetitismo, etc.).
La escuela opera hoy un proceso de “modernización tradicionalista” (F. Trazegnies), donde por ejemplo el curriculum juega un rol central. El curriculum escolar se presenta como técnico y neutral, pero no es tal. Según Michael Apple (1979), siguiendo la línea de Bordieu, el curriculum de ninguna manera es neutro, subyace en él una serie contenidos ideológicos provenientes de los grupos dominantes. A nuestro parecer, el curriculum escolar, es más importante por lo que omite o silencia que por su discurso explícito. Si bien formalmente es inclusivo y abarca todas las problemáticas del país, en los hechos invisibiliza o posterga grandes temas sociales: minorías sexuales, derechos laborales, resistencias al extractivismo, derechos de los pueblos indígenas, temas de género, afrodescendientes, proyectos políticos alternativos, entre otros.
Leer el artículo completo en el siguiente enlace: Hispanic American Historical Review On Line (Duke University).