EL CONQUISTADOR FRANCISCO PIZARRO Y LA LEYENDA NEGRA
La historia del Perú es un campo de batalla ideológico como toda historia nacional. Durante el siglo XX, hispanistas e indigenistas, discutieron ampliamente el significado de la conquista y la colonia. Mientras los primeros enfatizaban el valor civilizador de occidente, considerando lo pre-hispánico apenas como un sustrato primigenio de nuestra historia. Los indigenistas se autoerigieron como la auténtica expresión americana, rechazando (moralmente) el legado cultural europeo que durante la colonia (y luego la república) desplazo a las raíces históricas de nuestro continente (1)
Es en este escenario que se definirá parte importante de la narrativa histórica que predominara en el imaginario social peruano. Siendo la posición indigenista, la que logre mayor difusión (y legitimidad) con los años. Esto gracias a los diversos movimientos sociales que cuestionaron el orden político criollo, así como su origen histórico-cultural.
Una etapa histórica, especialmente repudiada por los indigenistas, dado su carácter trágico, será la conquista española. Periodo concebido como el inicio de un “genocidio” sistemático contra los indígenas y el fin de nuestra grandeza histórico-cultural: el imperio incaico.
La figura que personificara este doloroso momento, será la del conquistador Francisco Pizarro; sobre el cual caerá todo el desprecio de un pueblo, que se siente despojado y desplazado por este hombre y sus descendientes, los grupos criollos.
Cabe resaltar, sin embargo, que contrario a la posición hoy casi dominante, hubo importantes posturas hispanistas, tales como la del historiador Raúl Porras Barrenechea, que presentaron al conquistador Francisco Pizarro como personaje heroico, fundador de ciudades, estadista, occidentalizador y padre del mestizaje peruano.
La conquista española en América ha sido objeto de múltiples discusiones. Los hispanistas presentaron a Pizarro como personaje valeroso, inteligente y esforzado, mientras los defensores del mundo andino, lo califican de sanguinario, codicioso y mentiroso. Esta última postura, por su carácter “nacionalista”, ha primado en el imaginario colectivo peruano.
Desde hace muchas décadas, un maniqueísmo torpe se ha formado en torno a la conquista: “europeos malos” e “indios buenos”. Donde, si bien es innegable los crueles hechos de sangre que supuso la invasión española, son igualmente ciertas las contradicciones del mundo andino y las cruentas guerras que atravesó (la última de ellas entre Atahualpa y Huáscar). Este maniqueísmo expresa claramente la oscilación peruana entre la “leyenda blanca” del Tahuantinsuyo y la “leyenda negra” de lo hispánico, asunto especialmente vigente en la enseñanza escolar. No resulta extraño así que toda la animadversión contra lo español, se dirija especialmente a Francisco Pizarro, la figura sobresaliente en esta compleja etapa.
El historiador peruano Antonio Zapata, apunta que Pizarro: “Fue presentado como aprovechado; astuto antes que inteligente, hipócrita y doble cara, engañó a Atahualpa. Esa versión se encuentra en un libro de Juan José Vega titulado La Guerra de los Viracochas. Ahí la clave de Pizarro se halla en la mentira y el camuflaje, al presentarse como divinidad”(2)
Interesante resulta la alusión al texto del historiador Juan José Vega, el cual describe en clave de denuncia todo el proceso de conquista del Tahuantinsuyo, exaltando a su vez la heroica resistencia incaica (3). Un texto opuesto en su concepción es el “Pizarro” del historiador José Antonio del Busto, la biografía más completa del conquistador, tanto en la historiografía peruana como la extranjera. Su visión del personaje se contrapone a la de Vega, hecho que le significo severas críticas de parte de los defensores de la leyenda negra española (4).
En nuestra opinión Pizarro no es un héroe, pero tampoco la bestia negra de la conquista. Se trata de un personaje clave del proceso de expansión europea, contexto en el cual las expediciones militares, los sistemas de alianzas y el afán de enriquecimiento y dignidad serán la constante, junto al afán cristianizador.
Los detractores de Pizarro son variados y van desde sus enemigos políticos de la época, como el bando almagrista (autores de su asesinato), hasta los grupos indigenistas del siglo XX, que exaltaban a todas las sangres menos la de los crueles e ignorantes invasores (hoy encarnados en los grupos criollos).
Sobre este asunto, José Antonio del Busto señalaba que odiar o repudiar a Pizarro, por ser conquistador, era como si los descendientes de los chimús debieran resentir de Pachacútec o Túpac Yupanqui, por ser sus conquistadores, o que en Europa, Asia o el norte de África los actuales habitantes tuvieran que abominar a conquistadores como Alejandro Magno, Julio César, Guillermo de Normandía, el vikingo Rurik o el califa Omar, por la misma razón.
Un hecho revelador sobre la concepción que se tiene de Pizarro en la sociedad peruana, fue el retiro de su estatua de la plaza mayor de Lima el 2003. Se arguyó en aquel momento que ésta exaltaba a un asesino de indios, que además fue un pobre analfabeto, criador de cerdos allá en España (5). Un país con mayoría mestiza e indígena no podría homenajear a un cruel y despiadado europeo que de alguna manera jodió el Perú (6). Un pueblo que canta hasta hoy un melancólico “cholo soy y no me compadezcas” pondría en entredicho su identidad si hubiera mantenido a ese usurpador en el corazón de la ciudad capital (7).
La denominada “generación zavalita” ubicó la desgracia del Perú en lo acaecido en Cajamarca con la captura del inca Atahualpa por parte de Pizarro y sus huestes en 1532 (8). Por otro lado, será la escuela y su idea crítica del Perú la que señalara los culpables de nuestros fracasos históricos (9). Pizarro no solo será el autor de masacres y latrocinios, sino el responsable de las futuras desgracias y decepciones como país.
Creemos, sin embargo, que Pizarro: bastardo, analfabeto, porquerizo, villano temprano y gobernador tardío; no sólo significó “invasión”, sino también la llegada de la cultura occidental a estas tierras (con sus luces y sombras). No fue un civilizador, pero si el iniciador de un proceso histórico cuyo resultado es el Perú actual; un país diverso tanto racial, como culturalmente. Consideramos que Pizarro es un personaje no superado, su nombre se asocia aún a genocidio y ultraje. Lo cual es comprensible en un país que se concibe como víctima histórica de españoles, chilenos e imperialistas norteamericanos. Mirar desapasionadamente a personajes clave como Pizarro es una tarea ardua, pero sin duda es la única forma de entender verdaderamente los contextos y las aristas de los procesos ocurridos. Es importante advertir que un país que se percibió así mismo por generaciones, como: un mendigo sentado sobre un banco de oro, es una nación que siente incompleta y resentida. Buscara por lo tanto responsables en su pasado, afectando así cualquier intento de una comprensión más cabal de nuestra historia a nivel social.
Por otro lado, muchas leyendas negras siguen vivas, pero también leyendas blancas de nuestro pasado. Superarlas no significa ignorarlas, sino discutirlas y distanciarnos de posturas extremas como lo fueron y son el indigenismo revanchista y el hispanismo nostálgico de antaño. Es imperativo ir más allá del simple antiespañolismo o antihispanismo, estrechamente vinculado a una corriente antioccidentalista más compleja. Perseguir al perseguidor no tiene sentido, así como encerrarnos para siempre en el cuarto del rescate de Atahualpa en Cajamarca, como lo apuntara el sociólogo Hugo Neira. Tal vez “Debemos asumir nuestra historia, identidad y autenticidad con lo bueno, lo malo y lo feo, porque de no hacerlo transitaríamos como nación mestiza por una esquizofrenia aborrecible” (10)
El Dr. Del Busto reconoce que el extremeño “no nos conquistó a nosotros, sino a los hombres del incario que son nuestros antepasados cobrizos. Nosotros descendemos de los vencidos y de los vencedores, pero no somos vencedores ni vencidos. Somos el resultado de ese encuentro. Podemos ser indigenistas e hispanistas, pero por encima de todo debemos ser peruanistas. El peruanismo une, cicatriza; el indigenismo y el hispanismo mal entendidos dividen, descuartizan. Nuestra obligación es integrarnos, no desintegrarnos”(…) A la visión de los vencedores y a la visión de los vencidos ha sucedido la visión de los mestizos. Somos rebisnietos de Manco Cápac y rebisnietos del Cid. A los peruanos no nos van a decir como tenemos que ser, ahora nosotros decimos quiénes somos. Y este mestizaje es positivo, significa unión, cohesión progreso, estabilidad, potencialidad y realización” (11)
Lamentablemente la imagen absolutamente negativa de Francisco Pizarro es perpetuada cada año en la escuela. El prejuicio docente marca a los estudiantes y se alimenta así una cultura del antagonismo. La recurrente frase “cuando nos conquistaron los españoles”, obvia el hecho de que no existen peruanos en el siglo XVI, y también que somos descendientes tanto de incas como de hispanos, como señalara el doctor Del Busto.
Comentario final
La hispanofilia criolla y la hispanofobia indigenista construyeron discursos históricos que aún siguen fuertemente vigentes. Pizarro es un personaje más instrumentalizado que historizado. El discurso del mestizaje tiene dos sentidos: el primero referido a un hecho histórico concreto, la unión racial y cultural (aunque desigual) de dos pueblos o civilizaciones; el segundo orientado a disimular las hondas diferencias sociales (todos somos iguales porque somos una nación mestiza). El artículo responde al primer sentido, aunque algunos podrían maliciosamente ubicarlo en el segundo sentido. Creo que es difícil pedir el mirar desapasionadamente a personajes como Cortés, Pizarro, Napoleón, Bolívar, entre otros; pero creo que es posible mirarlos menos prejuiciosamente y ubicarlos en su tiempo y espacio histórico.
Notas
(1) Intelectuales peruanos como José de la Riva Agüero, Víctor Andrés Belaúnde y Francisco García Calderón (hispanistas), así como Luis E. Valcárcel y los grupos indigenistas de las primeras décadas del siglo XX, serán los protagonistas que encarnaron estas posiciones.
(2) El historiador Antonio Zapata, señala también “… Esa visión negativa del conquistador ha acompañado una revaloración del mundo andino. Gracias a ella, la historiografía sobre los incas sigue siendo abundante y de tono positivo; mientras que Pizarro ha pasado de héroe a figura casi anónima”. Los rostros de Pizarro. Diario la República. Lima, 16 de enero del 2013.
(3) Juan José Vega, señala en una entrevista que: “… 1532 marca el crepúsculo de la historia andina, con la caída de Atahuallpa en Cajamarca, pero más aún 1572, con el triunfo de Toledo, asesino de Túpac Amaru, el último Inka del reducto patriota de Vilcabamba. Con ello se partió en dos nuestra historia, marcándose el ocaso del desarrollo autónomo de milenios y el inicio del dominio colonial y “republicano”. Empezó entonces la época del caos para los pueblos andinos, con la puesta en marcha de la dependencia que trastocó nuestro desarrollo económico. Para las grandes mayorías advino el hambre, la corrupción, el genocidio, el aplastamiento con criterio racista de aquellos que forjaron en el difícil escenario geográfico andino uno de los cinco grandes focos irradiadores de la civilización a nivel mundial”. Es evidente la adhesión total del autor a un discurso nacional-andino, basado en la denuncia del “crepúsculo de la historia andina”, el “ocaso del desarrollo autónomo de milenios” y “el inicio del dominio colonial y republicano”. El historiador contrapone y denuncia legítimamente, pero obvia cualquier beneficio de la cultura occidental en la que se desenvuelve.
(4) La Leyenda Negra española, fue la propaganda antiespañola difundida desde el siglo XVI por sus principales rivales políticos (Flandes, Inglaterra, grupos protestantes, etc). España es presentada como un reino tiránico, cruel y la encarnación de obscurantismo. Gabriel Capote nos dice: “… La leyenda que ha sobrevivido hasta nuestros días se basa en la exageración de los aspectos negativos y el ocultamiento de los aspectos positivos de la obra española, cuando no en información completamente falsa. Todavía es común ver como se echa mano de la Leyenda Negra en la política de los países que antaño fueron colonias españolas, las declaraciones dadas por los líderes latinoamericanos con motivo del V centenario del descubrimiento de América constituyen una muestra de esto”.
(5) La historiadora Margarita Guerra, señala en una entrevista que: “la información sobre que fue inculto y analfabeto se saca de contexto. En los siglos XV y XVI eran poquísimas las personas que sabían leer y escribir, solo lo hacían quienes desempeñaban, oficios en el gobierno, el hombre común no sabía escribir…”, en la misma entrevista el historiador Rafael Sánchez Concha, agrega: “Uno de los negocios de la familia de Pizarro era la crianza de chanchos. Y se criaban cerdos como una forma de distinguirse socialmente, él era pobre, y los pobres se podían confundir con los judíos. Por eso, una forma de distinguirse era comiendo y criando cerdos”. Diario El Comercio, 26 de mayo del 2012.
(6) “En qué momento se había jodido el Perú”, frase clave del imaginario social peruano, aparecida en el libro Conversación en la Catedral (1969) de Mario Vargas Llosa. Expresa a través de su protagonista, el malestar político y social de generaciones desencantadas con el país.
(7) “Cholo soy y no me compadezcas”. famoso vals popularizado a inicios de la década de los años 70, y que hasta nuestros días goza de fama y familiaridad en la sociedad peruana. Fue interpretada por el cantante criollo, de origen andino Luis Abanto Morales “el cantor del pueblo”. Un fragmento de la canción reza: “Acaso no fueron los blancos venidos de España, Que nos dieron muerte por oro y por plata, No hubo un tal Pizarro que mató a Atahualpa, Tras muchas promesas, bonitas y falsas”. Es quizás la canción que mejor encarne el imaginario social sobre la conquista. Curiosamente es interpretada por un representante de la música criolla, la cual estaría más emparentada a lo “español”.
(8) Generación Zavalita, se refiere a la generación(s) peruana de la segunda mitad del siglo XX, la cual estuvo marcada por la pregunta: “En qué momento se había jodido el Perú” del personaje Zavalita de Mario Vargas Llosa. Una de las respuestas más recurrentes ubicaba ese momento clave, “cuando llegaron los españoles y nos conquistaron”.
(9) El ensayo “La idea crítica del Perú” del sociólogo Gonzalo Portocarrero, forma parte del libro El Perú desde la escuela (1989), donde algunas conclusiones de la investigación son: a) Los textos escolares de historia del Perú, se caracterizan por un sello cada vez más nacional, popular andino. b) Los maestros transmiten a los alumnos una imagen muy crítica de la realidad del país. c) Los estudiantes han internalizado mucho del discurso y temperamento críticos brindados en las escuelas. En el libro Portocarrero señala: “La historia del Perú aparece dominada por el signo de la frustración, y su narración es el relato de grandes injusticias, de episodios traumáticos y de esperanzas frustradas. El logro más apreciable del país, el Imperio Incaico, fue cruelmente destruido por un puñado de invasores. Se estableció así un orden social basado en la explotación y el abuso (…) Es esta experiencia de fracasos reiterados la que constituye el trasfondo emocional de la idea crítica. El peruano es un pueblo secularmente humillado, y la primera tarea a la que debe responder una reflexión sobre su historia es explicar esta acumulación de frustraciones …”.
(10) Declaración del historiador José Antonio del Busto, a propósito del retiro de la estatua de Pizarro de la plaza mayor de Lima (2003). Diario El Comercio.
(11) Bello, José Antonio. José Antonio del Busto, maestro de la peruanidad. Revista Arbil n° 111. España. http://www.arbil.org/111bust.htm consultado el 24 de marzo del 2013.
Bibliografía
Bello, José Antonio. José Antonio del Busto, maestro de la peruanidad. Revista Arbil n° 111. España. http://www.arbil.org/111bust.htm consultado el 24 de marzo del 2013.
Del Busto Duthurburu, José Antonio. Pizarro, tomos I y II, Petroperú. Lima, 2001
Guerra, Margarita y Sánchez Concha, Rafael. “La ideología revivió temas que ya deberían estar integrados”. Entrevista Diario El Comercio. Lima, 26 de mayo del 2012. http://es.scribd.com/doc/95041176/La-ideologia-revivio-temas-que-ya-deberian-estar-integrados Consultado el 30 de marzo del 2013.
Pérez, Joseph. La Leyenda Negra. Editorial Gadir, España 2012.
Porras Barrenechea, Raúl. Mito, tradición e historia del Perú. Peisa, Biblioteca peruana. Lima, 1964.
Portocarrero, Gonzalo y Oliart, Patricia. El Perú desde la escuela. Lima. Instituto de apoyo agrario. 1989.
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Sábato, Ernesto. “Ni leyenda negra ni leyenda blanca”. Diario El País. España, 02 de enero de 1991. http://elpais.com/diario/1991/01/02/opinion/662770813_850215.html consultado el 05 de enero del 2013.
Vega, Juan José. La Guerra de los Viracochas. Populibros peruanos, Lima 1963.
Zapata Velasco, Antonio. “Los rostros de Pizarro”. Diario La República. Lima, 16 de enero del 2013. http://www.larepublica.pe/columnistas/sucedio/los-rostros-de-pizarro-16-01-2013 consultado el 15 de febrero del 2013.
Fuente: Hispanic American Historical Review On Line (Duke University) http://hahr-online.com/author/eddyromeromezagmail-com/