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Radicalismo e izquierda

 Sobre el evento “Memoria y narrativa de la radicalidad en el Perú”.

El mayor logro de este país, en la transición, fue la creación de una derecha y una izquierda tolerantes y modernas. Y eso se consiguió gracias a que unos y otros arrinconaron a sus propios energúmenos. Rosa Montero

Eddy Romero Meza

Publicado: 2015-08-08

Esta semana asistí al evento “Memoria y narrativa de la radicalidad en el Perú”, donde estuvieron presentes el historiador José Luis Rénique, José Carlos Agüero (autor del interesante texto “Los rendidos”) y la dirigente de Tierra y Libertad, Marisa Glave. 

El tema en cuestión finalmente fue la “radicalidad en la política”. Los comentarios se centraron en la radicalidad de izquierdas y se partió de una reflexión en torno al reciente texto de José Luis Rénique “Incendiar la Pradera” (2015). Un texto que recorre la herencia radical desde González Prada, Mariátegui, Haya, pasando por Hugo Blanco, las guerrillas de los 60s, hasta Sendero Luminoso a finales del siglo XX. Marisa Glave comentando el texto, recientemente escribió: Este ensayo llena un vacío histórico, busca superar la lógica de “fragmentos”, de historias parciales (y parcializadas) de algunos momentos, y ayudar a construir una narrativa conjunta, de un siglo entero de pensamiento radical en el Perú. Busca historizar, poner en contexto, saltando las coyunturas, para entender los periodos de larga duración. Busca secularizar a la izquierda, ayudarnos, a quienes no habiendo vivido en este tiempo, cargamos con su herencia –buena y mala–, en un momento en el que, en el país, necesitamos repensar qué entendemos por radicalidad y por revolucionar la sociedad en busca de justicia; secularizar la izquierda rompiendo capillas y dioses, recuperando lo humano y contradictorio, aprendiendo, recogiendo y zanjando.

Durante el evento, Marisa reiteraba de alguna manera estas ideas. La necesidad de analizar la radicalidad (de la izquierda) en el Perú, desde un marco temporal mayor. Superar la visión estrecha o coyuntural de la politología, e historizarla, verla en el largo tiempo. Entender el pensamiento radical peruano desde el tiempo de larga duración de Braudel. También buscar secularizar la izquierda peruana, despojarla de dogmatismo, fe religiosa, creencia ciega. Diferenciar la “radicalidad” del “extremismo”. El primero vinculado a la rebeldía, insatisfacción, inconformidad y acción contra el orden establecido. Mientras el segundo, relacionada a la violencia, la actitud irracional, fundamentalista.

José Carlos Agüero, enfatizaba la importancia de la democracia en este escenario. Además de no olvidar que los movimientos sociales (obreros, feministas, campesinos, etc.), han hecho más por democratizar al país que los partidos de izquierda. Ello generó cierta reacción del panel, el cuál reclamó la idea de que la izquierda ha marchado de la mano con los movimientos sociales, no estuvo desconectados de ellos (a diferencia de las derechas). No se puede despolitizar a los movimientos sociales, no son entes puros, hay trasfondos ideológicos también en ellos.

José Luis Rénique, reflexionó sobre la herencia radical a través de la comparación entre el partido socialista fundado por Mariátegui y el APRA de Haya de la Torre. El primero convertido en Partido Comunista a la muerte de Mariátegui. Eudocio Ravines comenzó una labor de desmariateguizar esta opción política y restándolo cualquier protagonismo al convertirse el comunismo peruano en un ente ortodoxo y alejado de la población. Haya y el APRA supieron leer mejor la realidad y responder a las demandas de los peruanos que exigían cambios profundos. En los años treintas la radicalidad política peruana estuvo representada por la lucha aprista, no por los comunistas seguidores de Ravines.

Algo interesante referido por Rénique casi al final de la reunión, fue la necesidad de entender los términos y conceptos desde su tiempo y contexto. Para ello citó la experiencia del intelectual británico Raymond Williams, quién después de volver tras participar en la segunda guerra mundial, caía en la perplejidad de observar como los antiguos significados (ideas, conceptos) habían perdido sentido y vigencia. De ahí el origen del gran texto “Palabras Clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad”. De igual manera, el lenguaje de la radicalidad de antaño debe ubicarse y entenderse desde las coordenadas de su temporalidad. Las palabras son las mismas, pero su carga semántica distinta en diferentes grados. El diálogo intergeneracional pasa por reconocer un lenguaje común, reconociendo la transformación de los significados.

El rechazo al violentismo de Sendero Luminoso se presentó como algo evidente e incuestionable. Jamás optar por ese camino, que antes de ser radical políticamente fue dogmático, fundamentalista, mesiánico y terrorista. Los caminos de la No violencia han sido posibles en el siglo veinte. Tomar esos modelos es imperativo, pero no entendidos como pasividad, sino como lucha por cambios y transformación a través de métodos alejados de la violencia criminal. Sudáfrica y la lucha contra el régimen de Apartheid (además de la democratización), es uno de los procesos históricos, que aunque no libre totalmente de violencia, merecería una especial atención para los peruanos.

A nivel personal, la charla (que tuvo muchos más puntos discusión), me llevaba a reflexionar sobre las grandes ideologías del siglo XX: la Democracia liberal, el Socialismo-Comunismo y el Fascismo. Las tres radicales en sus procesos históricos. El liberalismo desafiando a las monarquías absolutistas y otros sistemas en el siglo XIX (revoluciones liberales en Europa y América); el socialismo llamando al proletariado a unirse y tomar el poder; y el fascismo apelando a un radicalismo criminal de control total sobre la sociedad. El primero, la democracia, tiene una tradición más antigua que los dos siguientes, tomó muchos siglos perfilarla hasta llegar a conceptos como Derechos humanos y Estado de derecho. El socialismo útopico transitó a un socialismo militante que buscó tomar el poder, ya sea por la vía electoral o la revolución. El bolchevismo se volvió canónico, pero la historia degeneró en la dictadura del partido comunista, el otro modelo totalitario junto al fascismo. El fascismo por su lado, fue derrotado indefectiblemente durante la segunda guerra mundial. La Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, mostraron el horror de esa opción política. El fascismo no murió sin embargo, se mantuvo de alguna manera vivo en dictaduras como la de Franco y otras dictaduras que advinieron. Los rasgos fascistas aún se conservan en gobiernos conservadores que se reclaman democráticos.

La izquierda que se reclamó heredera del bolchevismo hoy es anacrónica. Los modelos socialdemócratas resultan insuficientes para muchos. El radicalismo político debe viabilizarse, pero los senderos son borrosos, de ahí la necesidad de repensar el izquierdismo, sus propuestas y vías de transformación social.

Los campos de acción son variados, como lo es la sociedad. Pienso por ejemplo en el campo educativo, donde desde hace mucho se han desterrado palabras como: explotación, injusticia, imperialismo, lucha de clases, hegemonía, etc. Estas han sido reemplazadas por, cultura empresarial, emprendedurismo, éxito, competitividad, eficiencia, etc. De ninguna manera se trata de volver al lenguaje radical de antaño, el marxismo de manual dictado en escuelas y universidades. Retornar a una falsa “idea crítica” como lo señalara el sociólogo Gonzalo Portocarrero. No, sólo se trata de la constatación de que un lenguaje de auténtica denuncia social, fue reemplazado por uno evidentemente funcional al modelo económico vigente en el mundo: el neoliberalismo. Modelo económico lejano o contrapuesto a una verdadera democratización de la sociedad.

Las formas de democracia radical, se discuten hoy, mecanismos de participación directa de los ciudadanos. La democracia representativa, es cada vez menos representativa para la gente. Sin partidos en cuales identificarse, y políticos sin programas coherentes. La democracia directa, a través de modelos deliberativos son mecanismos a concretarse.

El lugar común, en una sociedad descreída como la nuestra, es afirmar que la izquierda carece de ideas útiles y sólo está anclada en los mismos debates. Una izquierda autocomplaciente y alejada de una realidad que ahora es más compleja que antes. Escuchando a algunos comentaristas del público esa noche, en parte se confirmaría ello, sin embargo no fueron los más representativos, hubo otros que demostraban un pensamiento alternativo, diferente y crítico. Esperamos que pueda canalizarse hacia un radicalismo político de izquierda viable. Finalmente, el radicalismo es un asunto simple. O un radicalismo sin ideas, vacío, adolescente, violentista, sin rumbo o un radicalismo razonable, estratégico, fuerte y entusiasta pero pensante y con dirección.

Una imagen vuelve a mi cabeza, la de los anarquistas peruanos de los años veintes, rechazando la presencia del socialista Mariátegui en las Universidades Populares González Prada. Un radicalismo negador y arbitrario no será nunca el camino.


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Socio-Historia

Espacio de reflexión histórico-social. El Perú es a veces un cuento de Kafka pero resulta legible para lo real maravilloso latinoamericano.