LA EDUCACIÓN HUMANISTA
No hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad. Fernando Savater
Desde hace algunos años se vienen extinguiendo esos viejos maestros que cultivaban la educación humanista o clásica. Catalogados de “tradicionales”, fueron denostados y despreciados por aquellos que los juzgaron como antiguos, vetustos o caducos. Si bien sus fórmulas de enseñanza, se basaban en un orden estricto y respeto por rígidos valores, muchas veces su insistencia en aproximarnos a los autores clásicos, disciplinar nuestra formación intelectual y valorar el legado del humanismo, benefició a generaciones de estudiantes que pasaron por sus aulas.
En tiempos en que todo es blando o líquido (Z. Bauman), donde todo es flexible, adaptable o descartable. Una educación así, no tiene espacio. Las nuevas pedagogías, muchas veces mal entendidas y pesimamente aplicadas, buscaron invisibilizar al maestro y centrar todos los esfuerzos sobre los procesos pedagógicos. Los estudiantes ya no eran dignos de discursos socráticos, ahora sólo objetos de operaciones constructoras de aprendizajes técnicamente planificados.
Leer materiales adaptados, reducidos y simplificados, reemplazó a aquellas enciclopedias y colecciones que Borges y otros leyeron tempranamente. Las dinámicas web site, reemplazaron a los viejos anaqueles de bibliotecas municipales, parroquiales y familiares donde discurrían las tardes de lectura apacible y reflexiva. Aprender un poco de cultura griega o latina (las lenguas por ejemplo), fue considerado inútil; y finalmente, toda exigencia académica estricta, presentada como un modelo de enseñanza poco amigable con los adolescentes.
Recuerdo aún la solemnidad y respeto de esos maestros, en torno a algunas temáticas en clase. Hablar de la lucha de los pueblos y sus derechos, el heroísmo de las sociedades e individuos en momentos clave, o la filosofía que guío a la consecución de valores colectivos. Hoy todo parece ser efímero, acelerado, tiempo de TICs (tecnologías aplicadas a la información), tiempos de formación y pensamiento instrumental.
Los maestros de hoy deben adaptarse a los nuevos y diversos códigos de comunicación de los adolescentes. Lo cual está bien en principio. Pero no se considera siquiera la posibilidad de que ellos se aproximen a los códigos de comunicación de antaño, aquellos que les brinden la oportunidad de aproximarse a generaciones distintas y aprender de ellas; una oportunidad que sí tuvimos muchos de los que leen esto.
Vivir intensamente no debe ser confundido con vivir aceleradamente. Educar en la posmodernidad es posible, siempre y cuando valoremos lo bueno que tuvo el pasado, y dejemos un tanto el relativismo (cultural, de valores) que caracteriza a nuestra época.