Etnografía de un grupo docente
Racionalidad docente y educación nacional.
"Aprender sin reflexionar es malgastar la energía". Confucio
He retornado a una facultad de educación después de varios años, realmente me ha emocionado volver a los orígenes, pero a la vez impresionado por las prácticas y discursos docentes, en este caso de Lima. Se trata de una prestigiosa universidad y un programa de especialización de buen nivel. Sin embargo, como todos sabemos el nivel de aprovechamiento de los cursos depende esencialmente de cada profesional. Los docentes que conforman el grupo a especializarse, es diverso en origen social, nivel de ingresos, especialidades educativas y centros laborales (públicos, privados, burocracia estatal, ONGs, etc.).
Gobernar, educar y psicoanalizar son prácticas imposibles decía Sigmund Freud. Pero a pesar de ello, no podemos renunciar a esas complejas actividades y buscamos mejorar cada día (por lo menos en el guion). Como docente me siento comprometido no sólo con mi práctica educacional, sino también con el gremio profesional al que pertenezco y sobre todo comprometido con un país que requiere una educación de calidad.
Escribo esto por la enorme impresión de verificar (desde una observación participante), como el mundo docente presenta un conjunto de discursos y prácticas que por lo menos deben ser cuestionadas, cuando no desterradas.
Existe mucha literatura sobre el mundo docente y las aulas, la dinámica docente-alumno, etc. Sin embargo, hay pocos trabajos en el Perú en torno al discurso docente. Su imaginario social: ideas, creencias, prejuicios, aspiraciones, etc. Un trabajo clave en los años 80s fue El Perú desde las aulas (Portocarrero y Oliart, 1989), donde se revisa la idea crítica vigente en el pensamiento docente y su reproducción en los estudiantes. Otro trabajo que convendría examinar es el libro El pensamiento arcaico en la educación peruana (Nicolás Lynch, 2004), en el cual hay una aproximación al Sutep y el mundo docente reacio a las reformas de la educación pública. Uno que otro antropólogo de San marcos y la PUCP, presentan también algunos trabajos en esta línea, pero como sabemos son de difusión limitada o casi clandestina.
Me propongo sólo describir algunos rasgos generales de lo que he observado en los docentes de un curso de especialización, y que tengo entendido a través de testimonios, también se repite en otros cursos de complementación pedagógica o maestrías de educación en diferentes universidades. A continuación, describo y analizo los rasgos más visibles que ví en esas semanas de clases, talleres y plenarias.
Percepciones docentes en torno a su carrera y su propia práctica.
Lo que más resaltaba en este grupo de maestros fue la tendencia a referirse a sí mismos en tercera persona: “mi persona cuenta con tantos años de experiencia”. Aunque lo que más sorprendía era lo acentuado de ese sentido común de entender la educación como una labor sacrificada y noble. Numerosos docentes se autopresentaban casi como apóstoles de la educación y ello los colocaba por encima de otras carreras profesionales. Una moral superior que sabe que el orden social es injusto y que debe lidiar esforzadamente con él cada día. Transmitir ello a sus estudiantes es parte de su magisterio, antes que cuestionarlo realmente y buscar su transformación (pedagogía del oprimido, pedagogía crítica, pedagogía para la transformación, etc.). El abandono por parte del Estado es algo internalizado entre varios maestros. Cualquier alusión a proyectos de transformación política es vista con recelo. Su actividad se circunscribiría a las aulas, y su vida un conjunto de sacrificios en pro de la educación nacional.
Por otro lado, los docentes no consideraban de ningún modo la posibilidad de ser actores generadores de conocimiento. La idea de docente-intelectual: alguien que escribe, publica, participa del debate público no se concebía. Al parecer la esfera docente se autorrepresentaba como técnica u operativa, pero no teórica-intelectual. Una suerte de subalternización como profesional: otros son los llamados a opinar y decidir en los grandes debates nacionales, no los docentes o maestros (autopercibidos como profesionales de segundo nivel).
La modernidad educativa se expresa en el entusiasmo docente por las TICs y las innovaciones curriculares. Pero se limita a una "modernización tradicionalista", pues detrás de la incorporación de las innovaciones de las ciencias de la educación, se mantenían mentalidades y prácticas tradicionales. Discursos solemnes y buenos propósitos.
Percepciones docentes sobre los estudiantes
Es recurrente la infantilización de los niños y adolescentes. Desde el uso abrumador de diminutivos para referirse a ellos, así como el trato hacia ellos como personas que deben ser tuteladas antes que liberadas. El objetivo esencial de la educación es generar autonomía en los educandos, sin embargo entre varios docentes la autonomía no es un objetivo central. La libertad es entendida como formas de control individual, dirigismo grupal y censura a expresiones no tradicionales.
Así como en el siglo XVI, los indígenas americanos fueron tratados como niños por los colonizadores hispanos, para justificar así la necesidad de protegerlos de sí mismos. De igual manera opera el inconsciente colectivo docente. Los profesores veían a los estudiantes como hijos, ahijados o inválidos antes que estudiantes que deben adquirir pensamiento crítico y autonomía. Aparentemente muchos docentes estaban dispuestos a empoderar a sus alumnos, pero no a condición de perder poder ellos.
Percepciones docentes sobre la interculturalidad
La diversidad cultural es festejada como en la mayoría de los medios de comunicación y espacios estatales como PROMPERÚ. Los docentes enarbolan un discurso políticamente correcto sobre la diversidad cultural y su expresión en las aulas. Una interculturalidad discursiva antes que real o crítica.
Muchas opiniones dejaban traslucir imágenes de la cultura como ancestral, inamovible, y buena por su carácter tradicional. La cultura era percibida como folcklore o exotismo. Durante una de las sesiones, un maestro de Puno se presentó como todos los asistentes. Su presencia fue festejada especialmente, ya que resultaba “propicia” para el tema del curso: la interculturalidad. Algunos le solicitaron saludar en aymara, y por momentos la imagen se asemejaba a la del turista que desea tomarse una foto con el nativo o lugareño.
La interculturalidad era vista como una novedad académica, educacional o política gubernamental, antes que como una práctica cotidiana de respeto a las diferentes expresiones de las culturas. La cultura era concebida como algo rural o provincial y no como una manifestación también urbana o citadina.
La mayoría de docentes no problematizan la interculturalidad, y se queden con la idea de que todo lo que tenga rótulo de cultura, debe ser respetado y defendido. La visión folclórica y exótica de las expresiones culturales marcan su práctica intercultural en las aulas: festivales de danza y música tradicional, concursos de gastronomía peruana, ferias regionales, etc.
El filósofo Fidel Tubino, afirma que la esencia de las democracias multiculturales es la deliberación intercultural en la vida pública (1). Ello, naturalmente exige miradas más complejas sobre la diversidad cultural, la educación intercultural y experimentar la interculturalidad antes que limitarla a una esfera discursiva.
Reflexión final
El discurso docente muchas veces está poblado de un conjunto de lugares comunes: la docencia como apostolado (o martirologio), ser padres para los estudiantes, etc. Lo cual en principio no está mal, pero sí resulta contraproducente cuando afecta otras prácticas necesarias: docencia sin complejos de inferioridad, relaciones horizontales antes que tutelares o paternalistas. Revalorar la carrera docente comienza por los propios maestros, por asumir nuestra condición profesional, intelectual e incluso de agente político de cambio.
Se percibe una marcada autocomplacencia entre numerosos docentes. Percibir su carrera como moralmente superior a otras, ver la realidad sólo desde las aulas, prescindir de la crítica política real y no atreverse a participar activamente del debate público nacional.
Una especial atención merece lo extendido de un “pensamiento instrumental” entre los docentes. La pedagogía entendida como una tarea tecnológica-instrumental (didáctica, metacognitiva, evaluativa etc.), pero que excluye la reflexión propia de una pedagogía crítica: autocrítica, universalizante, cuestionadora del orden existente y fundamentalmente creativa.
La presencia de docentes que superen la esfera instrumental es mínima, pero existen. Buscar que se multipliquen es esencial, de lo contrario mantendremos prácticas tradicionales improductivas. Escribo este texto de manera apresurada para presentar algunas reflexiones, y con el convencimiento de que lo descrito se extiende a muchos espacios docentes. La racionalidad docente peruana, es un tema que amerita mayor atención. Muchos profesores o maestros del país, llevan a cabo una esforzada labor cada día. Pero son prácticas muchas veces fallidas, por las consideraciones arriba presentadas. Las buenas intenciones no son suficientes para educar.
(1) Fidel Tubino. “Del interculturalismo funcional al interculturalismo crítico”, publicado originalmente en “Rostros y fronteras de la identidad” (2004). En: “Dilemas educativos ante la diversidad”, siglos XX y XXI” de Lucy Trapnell y Virginia Zavala. Colección pensamiento educativo peruano, tomo 14 (Derrama Magisterial). Lima, 2013.