- Fragmento
Introducción.
A lo largo del año 2011 y 2012 algunas escuelas peruanas (públicas y privadas) participaron en un programa internacional llamado Deliberando en una democracia en las Américas (DDA) que tuvo por finalidad desarrollar diversas competencias ciudadanas en los estudiantes a través del libre intercambio de argumentos y la búsqueda de consensos. La metodología empleada entre los estudiantes beneficiados fue la “controversia académica estructurada” (SAC), elaborada por los hermanos Johnson de la Universidad de Minnesota y que es uno de los modos en que se ha encauzado la propuesta del aprendizaje cooperativo en las escuelas. Con esta metodología se ha podido incrementar el potencial crítico de miles alumnos así como motivar su interés por diversos temas controversiales dentro de la vida pública. Esta propuesta pedagógica ha significado una gran experiencia entre diversos docentes y alumnos (Perú, Estados Unidos, México, Ecuador y Colombia) de lo que es realmente ejercer ciudadanía y ha recibido el apoyo de valiosas instituciones que han planificado, ejecutado o evaluado minuciosamente el programa (Universidad de Minessotta, Fundación de Derechos Constitucionales de Chicago, Street Law, etc.), comenzando por el Departamento de Educación de los Estados Unidos que otorgó una partida presupuestaria para la realización de dicho proyecto.
El programa DDA tuvo diversos fines para los estudiantes y profesores, pero uno de estos fue resaltar el valor de la deliberación para la democracia y el ejercicio ciudadano. Es así que lo que nos proponemos demostrar, a la luz de los resultados del proyecto DDA, es determinar cuál es la importancia de la deliberación y la controversia dentro de nuestras aulas, al ser la escuela el primer espacio público donde las personas interactúan. Es con este propósito que asumimos la premisa de que resulta conveniente, para demostrar los alcances del programa DDA y el valor que tiene la deliberación en las aulas, que previamente delimitemos la deliberación de otros conceptos afines como son los de discusión, seminario, conversación, controversia, debate, etc. Además de establecer cuáles son las relaciones —normativas y reales— que presenta la deliberación con nuestras ideas de ciudadanía y democracia.
Por otro lado, debemos afirmar que DDA movilizó una serie de competencias y capacidades entre alumnos y docentes (con y para) la deliberación que se pueden clarificar y valorar a partir del testimonio personal de profesores y alumnos, y enmarcarlos dentro de la propuesta curricular del Ministerio de Educación del Perú: las rutas de aprendizaje.
Queremos dejar por sentando, con estos objetivos iniciales, que no se pueden valorar los alcances de un proyecto educativo si es que no se clarifica previamente cuál es su impacto dentro de nuestro marco conceptual y metodológico, y saber en qué medida se inserta o no dentro de una propuesta nacional de educación ciudadana. Resulta necesario insistir que dicho impacto no se determina únicamente por una serie de datos expresados mediante estadísticas y el testimonio concreto de profesores y alumnos con los que se ejecutó el proyecto , sino también por el trasfondo teórico con el que se ha concebido el programa y que resulta tan beneficioso como su implementación y ejecución.
La metodología que comparte el proyecto DDA y que se plasma en el SAC (Controversia académica estructurada) es un ejemplo puntual de lo que afirmamos, ya que parte de los principios del aprendizaje cooperativo (la teoría de la controversia) como también de una concepción general acerca de lo que significa la discusión sobre textos, etc. En otras palabras, buscamos con este texto dilucidar el trasfondo teórico del que hemos hecho referencia líneas arriba —ya que es el fundamento de este proyecto educativo y ciudadano— para valorar aún más este proyecto que requiere ser difundido y aplicado en más escuelas de nuestro país.
La deliberación como una oportunidad para el aprendizaje ciudadano.
2.1. Deliberación: un acercamiento conceptual.
En efecto, parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo.
Aristóteles, Ética Nicomáquea (1140a)
La frase de Aristóteles intenta dilucidar una virtud intelectual del hombre como es la prudencia y lo hace primero preguntándose quiénes son los hombres a los que llamamos prudentes. Para el filósofo, son aquellos que son capaces de deliberar o sopesar la acción adecuada o conveniente de acuerdo a un contexto o circunstancia particular. La deliberación y la prudencia son conceptos que se ligan y clarifican mutuamente dentro de lo que constituye su ética. Es así que, para los propósitos de este artículo, nos ayudaremos de las reflexiones iniciales de Aristóteles sobre la prudencia para dilucidar el concepto que nos convoca (la deliberación) porque ha quedado establecido desde hace mucho que “la función del prudente consiste, sobre todo, en deliberar rectamente” (Aristóteles: 2004 – 1141b).
Lo primero que hay que decir es que el autor de Ética a Nicómaco considera que la prudencia es una disposición del alma hacia la verdad, pero no de la misma manera que la ciencia. Esta última versa sobre los principios de lo necesario e inmutable (lo eterno) mientras que la prudencia trata sobre aquello que puede ser de otra manera y lo que el hombre puede ser capaz de hacer, es decir, aborda lo que es posible y contingente. El deliberar rectamente, entonces, es una actividad humana que tiene que ver con lo particular, con los asuntos humanos que no se sujetan a la leyes inmutables de la ciencia natural. La deliberación resulta ser uno de los principios de la acción gracias al cual el hombre puede llegar a ser prudente pero ambas (deliberación y acción) se mueven en el ámbito de lo particular:
“Pero nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera ni sobre lo que no es capaz de hacer.” (Aristóteles: 2004 – 1140a)
Consideramos valiosa la reflexión inicial de Aristóteles porque nos permite remitirnos a lo más esencial de la deliberación. Queda claro que esta actividad del hombre involucra su vida personal y social, y es la vida comunitaria, por ejemplo, la que puede cambiar gracias al ejercicio de ella (veremos luego cómo a través de la deliberación se pueden conjugar las ideas que tiene el filósofo del hombre como poseedor de logos —lenguaje o razón— y animal político).
Un aspecto también importante de lo que propone en la Ética Nicomáquea es recalcar la idea de que la deliberación es una especie de indagación. La buena deliberación, afirma el filósofo, consiste en razonar rectamente, para lo cual se inquiere o deduce y, por lo tanto, es algo distinto a lo que llamamos opinión dado que esta última “no es investigación, sino una especie de afirmación, y el que delibera, tanto si delibera bien como si mal, investiga y calcula” (Aristóteles: 2004 – 1142b). La deliberación es, en estos primeros atisbos, una indagación compartida y un razonamiento público por el cual los hombres buscan resolver sus propios asuntos.
Existen muchas formas de definir la deliberación pero lo que queremos dejar aquí es una huella conceptual de lo que tienen en común todas ellas. Lo primero que salta a la vista de esta actividad humana es su propósito u objetivo: la toma de decisión. Deliberamos cuando debemos tomar una decisión, es decir, cuando nos vemos precisados a elegir o escoger un curso de acción que consideramos valioso o correcto, una acción pertinente que nos permita alcanzar una meta (Gamio: 2012, 43 / García: 2000, 65). Tal como apunta el programa DDA en su Guía de deliberación, el objetivo inicial es la de “tomar una decisión personal” (DDA: 2011) . Deliberar supone que, para decidir, nosotros sopesemos cursos alternativos de acción. En otras palabras, implica que comparemos las ventajas y desventajas, pros y contras, de una opción y que a partir de ello elijamos una que resulte ser la más conveniente (Parker y Hess: 2001, 282 / García: 2000, 65).
Sin embargo, al tratar de resolver o decidir sobre asuntos públicos controversiales, el panorama se complejiza pues aquí la toma de decisión conlleva a que esta sea validada y legitimada por todos los involucrados y que, a su vez, se exprese en un compromiso auténtico por el bien común, más allá de cualquier interés particular (Minedu: 2013, 62). Es así que la deliberación, para poder llegar a una decisión colectiva que resulte ser legítima para todos, debe buscar puntos de encuentro y acuerdo sobre qué medios necesitamos para resolver determinada controversia o problemática pública. Podemos entonces considerar que la deliberación “es un proceso para la discusión pública” donde se busca “cambiar nuestras opiniones y preferencias iniciales” (Minedu: 2013, 62) para llegar a consensos sobre cómo resolver una cuestión controversial.
Deliberar significa en gran medida sopesar opiniones opuestas a través del “intercambio de ideas focalizado y el análisis de diversas opiniones” con el fin de “tomar una decisión a conciencia” sobre un asunto cívico controvertido.
Publicado: 2015-05-08
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Socio-Historia
Espacio de reflexión histórico-social. El Perú es a veces un cuento de Kafka pero resulta legible para lo real maravilloso latinoamericano.